El término “eje intestino-hígado” se ha acuñado para describir la estrecha relación entre estos dos órganos.

Por un lado, el hígado aporta ácidos biliares y otros compuestos al intestino, que pueden modificar la composición de la flora intestinal y controlar la inflamación.

Por otro lado, el hígado recibe la mayor parte de su riego sanguíneo a través de la vena porta. La vena porta es el vaso que transporta sangre desde el tracto gastrointestinal hasta el hígado y contiene nutrientes y toxinas absorbidas del contenido intestinal, bacterias que han logrado romper la barrera intestinal y subproductos microbianos. La mayoría de las bacterias y subproductos microbianos que llegan al hígado son inofensivos y el sistema inmunitario los tolera, pero cuando las bacterias entrantes son patógenas, la respuesta inmunitaria hepática se activa para evitar que se propaguen hacia otros órganos. La activación repetida de la respuesta inmunitaria conduce a la inflamación y a la enfermedad hepática.

La disbiosis, también llamada disbacteriosis o enteritis bacteriana, consiste en una alteración de la composición y función de la microbiota intestinal, acompañada de inflamación. La alteración de la composición de la flora se debe a una reducción de la diversidad microbiana, asociada a un aumento de especies patógenas y a una pérdida de flora protectora, lo que se traduce en inflamación y ruptura de la barrera intestinal. Como resultado de la disbiosis, las bacterias patógenas atraviesan el epitelio intestinal y migran al hígado, dando lugar a procesos inflamatorios e infecciosos.

Durante la disbiosis, el Clostridium perfringens puede multiplicarse y dar lugar a un caso de enteritis necrótica. Como la barrera intestinal está alterada, el Clostridium perfringens y sus toxinas llegan al hígado, que aparece congestionado, de color negro o rojo oscuro en los casos agudos o agrandado con un patrón reticular pálido, a veces con pequeños focos pálidos y estrellados, en los casos subclínicos.

La disbiosis también puede conllevar una proliferación anormalmente rápida de Gram-negativas como E.coli que, cuando las condiciones cambian después de la fase de crecimiento exponencial, pierden viabilidad y mueren en masa. Cuando mueren, porciones de las paredes de las Gram-negativas se convierten en poderosas endotoxinas llamadas lipopolisacáridos (LPS), que cruzan la barrera intestinal, causan inflamación hepática y empeoran el curso enfermedades hepáticas como la enfermedad del hígado graso.